En un sorprendente giro de los acontecimientos, el presidente sirio Bashar al-Assad habría huido del país mientras las fuerzas rebeldes capturaban importantes ciudades en una ofensiva relámpago. El gobierno de 50 años de la familia Assad parece haber llegado a un final abrupto, con los rebeldes tomando el control de centros urbanos clave, incluyendo Homs y Hama. El rápido avance tomó a muchos observadores por sorpresa, ya que los grupos de la oposición lograron avances significativos contra las fuerzas gubernamentales en sólo 24 horas.
Los informes indican que Assad ha buscado refugio en Rusia, un aliado de su régimen desde hace mucho tiempo. El paradero del líder sirio permaneció desconocido durante varias horas antes de que los funcionarios rusos confirmaran su llegada. Este acontecimiento marca un giro dramático en la guerra civil siria de 13 años de duración, que se ha cobrado cientos de miles de vidas y ha desplazado a millones de personas tanto interna como externamente.
A medida que se difundía la noticia de la partida de Assad, los sirios salieron a las calles para celebrar la aparente caída del régimen. Se registraron escenas de júbilo en varias ciudades, con la gente expresando la esperanza de un nuevo capítulo en la historia de su país. El repentino colapso de la autoridad gubernamental ha dejado un vacío de poder, lo que plantea interrogantes sobre la futura gobernanza de Siria y la posibilidad de una mayor inestabilidad en la región.
Las reacciones internacionales a la situación que se está desarrollando no se hicieron esperar. Irán, un aliado cercano de Asad, pidió a los sirios que decidieran el futuro de su país sin intervención extranjera. Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció que las fuerzas israelíes habían tomado una zona de amortiguación en los Altos del Golán en respuesta a los disturbios sirios. La medida pone de relieve las complejas implicaciones geopolíticas de la caída de Asad y la posibilidad de que las potencias regionales hagan valer sus intereses después de la caída.
Estados Unidos, bajo la dirección del recién reelegido presidente Donald Trump, ha pedido moderación e instado a todas las partes a evitar más violencia. Trump enfatizó que Estados Unidos debería mantenerse al margen del conflicto sirio, afirmando que “no es nuestra lucha”. Esta postura refleja una continuación de la política de su administración de participación limitada en los asuntos de Oriente Medio a pesar de los cambios significativos que se están produciendo sobre el terreno.
Mientras las fuerzas rebeldes consolidan sus avances y avanzan hacia Damasco, la comunidad internacional se enfrenta a las consecuencias de este repentino cambio de poder. Quedan por resolver las dudas sobre la composición del futuro gobierno, el destino de los aliados y partidarios de Asad y las posibilidades de reconciliación tras años de brutal conflicto. Los próximos días y semanas serán cruciales para determinar la trayectoria de Siria y su impacto más amplio sobre la estabilidad regional.